"Los malos no triunfan sino donde los buenos son indiferentes” / José Martí

jueves, 26 de agosto de 2010

Vivir bajo tierra


El accidente en la mina San José, en Chile, impactó en todos a través de las noticias. Pero si impresionó pensar el encierro de los 33 mineros atrapados y, por más que nadie quería decirlo, su posible forma de muerte, no fue menor la conmoción de saberlos vivos. Mucho más si, como anunciaron, pueden llegar a rescatarlos recién en tres meses. ¿Cómo viven y cómo les afecta física y emocionalmente estar a 700 metros de profundidad?
Chile es un país minero por excelencia. La mayor parte del PBI proviene de la minería a través de la Comisión Nacional del Cobre –Codelco-, empresa que está en manos del estado.
Si bien la mayoría de los yacimientos son a cielo abierto, en Copiapó, en la Puna de Atacama, la mina en la que se encuentran atrapados los 33 mineros está, aproximadamente, a 700 metros de profundidad.
El doctor Bernardo Schalamuk, investigador del Conicet, explicó que “las explotación por vía subterránea es mucho más riesgosa para los trabajadores, no solo por los derrumbes o deslizamientos, sino porque los minerales emanan ciertos gases de alta peligrosidad, como sucede en los yacimientos de carbón”.
La Argentina, en los últimos años, entró en la explotación de mayor envergadura, como la de Aguilar, Jujuy, que es un yacimiento de uranio, plomo y zinc o la de San José, una mina de oro en la provincia de Santa Cruz.

Cómo son los refugios

Para llegar a la zona donde están los minerales se hace un pozo por el que los mineros bajan en ascensores o jaulas como se los conoce comúnmente. Cada 30 metros se hace una labor horizontal para ir sacando minerales. En cada uno de esos niveles se realiza una excavación mayor que servirá de refugio y de zona de seguridad, donde almacenan alimentos, oxígeno y agua -esta última a veces se encuentra naturalmente por la misma profundidad del pozo.
En Chile, particularmente y a pesar del accidente, los mineros tiene gran experiencia y capacitación previa.
“No es menor la confianza que tienen los trabajadores en cuanto a las técnicas de rescate ante cualquier imprevisto. Como se ve en este caso, los equipos con los que cuentan los rescatistas son de alta tecnología y permite hacer excavaciones de 10 a 15 mts. por día, lo que me hace ser optimista con el resultado”, comenta Schalamuk.

La salud de los mineros

Hay diversas experiencias de laboratorio y de campo con personas en aislamiento y en condiciones de oscuridad. En todas ellas se demuestra que el reloj biológico corre a su propio ritmo, que se aleja paulatinamente del día solar, lo que produce trastornos de sueño.
“En el caso de los mineros, luego de tantos días, sus ritmos circadianos, seguramente, no estarán sincronizados, y estarán viviendo en "días" bastante diferentes a los normales”, sentencia el doctor Diego Golombek, también investigador del Conicet, especialista en la regulación de los ritmos biológicos.
Si bien es posible que la situación cambie ahora que hay comunicación con el exterior, y se podrán dar pistas sincronizadotas, también hay desafíos fisiológicos: la disponibilidad de comida y, sobre todo, de agua y oxígeno, cuya escasez crónica, puede traer graves problemas al organismo.
En general las legislaciones laborales contemplan las condiciones extremas a las que se someten los mineros en sus jornadas de trabajo y ponen límites claros a la cantidad de horas diarias y a la de días en que se puede estar en aislamiento y en relativa oscuridad.

El aislamiento, incompatible con el ser humano

Uno de los estudios pioneros sobre los efectos de vivir bajo tierra en períodos prolongados es bastante explícito al hablar sobre el aislamiento que no es propio del hombre.
En 1972 el geólogo francés Michel Siffre realizó un experimento bastante temerario: vivió durante 6 meses aislado en una caverna, a casi 500 metros de la entrada, donde no llegaba la luz del sol. Parte del experimento era estudiar qué sucedía con sus ritmos biológicos, sus ciclos de sueño y su estimación del tiempo.
Se comunicaba con los investigadores del exterior por medio de un teléfono, e indicaba las diferentes pruebas psico-fisiológicas que iba realizando.
Una de las consecuencias fue que sus días duraban bastante más de 24 horas, por lo que la estimación del tiempo se vio muy alterada -sus días llegaron a durar 28 horas-; o sea, según su percepción, pasó menos tiempo en la cueva de lo que realmente había sucedido.
Asimismo, registró síntomas de ansiedad , depresión y problemas con su ciclo de sueño. Cuando terminó el experimento, salió de la cueva con problemas en la visión y con trastornos psicológicos, que le llevó algunos meses revertir.
A propósito de la situación de los mineros, Siffre declaró recientemente que una ventaja de la situación que están atravesando los 33 mineros es que están en grupo, aunque obviamente pueden surgir problemas sociales entre ellos.

Las emociones a 700 metros de profundidad

Uno de los rasgos que juega a favor de los mineros es que ahora saben que alguien los está cuidando, que están tratando de rescatarlos en el menor tiempo posible y el estar conectados con el exterior.
Si bien cuentan con elementos que los acercan a otros seres humanos, cada uno tendrá su experiencia de acuerdo a su propia historia.
El ser humano es un sujeto social y en el siglo XXI, poder mantenerse conectado por las distintas redes sociales, mucho más.
“Sin embargo, ellos trabajan como mineros, están acostumbrados y preparados para trabajar bajo tierra durante muchas horas al día y eso hace que si se sienten en riesgo, traten de no buscar conflictos” asegura la psiquiatra Silvia Wikinski, vice-directora del Instituto de Investigaciones Farmacológicas –Inifta/conicet.
Es cierto que ante una situación de aislamiento, pueden aparecer en el grupo, mecanismos regresivos. Pero un líder puede dar organización y con eso contención.
Lo que nadie puede negar es que se trata de una situación de traumatismo emocional severo, cuyas consecuencias dependerán de la capacidad de supervivencia de cada uno.
“Pero en estos casos, las crisis de angustia no solo pueden pasar sino que son esperable”, concluye Wikinski.

Fuente: Consejo nacional de investigaciones científicas y técnicas
www.conicet.gov.ar

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